La rana que soñaba con alcanzar la Luna
- Extracto de Elizandiall
- 21 nov 2017
- 5 Min. de lectura
En el fondo de un pozo profundo vivía un renacuajo hembra de nombre Dórothy.
Dórothy era aún muy pequeña. Había nacido dentro del pozo y había vivido ahí durante las seis semanas que tenía de existencia. Sus hermanos, padres y abuelos habían vivido siempre ahí. Ni los más ancianos recordaban a cuántas generaciones se remontaba la historia de su familia en el interior del pozo.
Desde que Dórothy era muy pequeña había comenzado a observar el cielo por las noches. Le fascinaba ver las estrellas. Una noche, incluso, había tenido la fortuna de ver pasar una estrella fugaz por el firmamento.
Pero definitivamente, sus noches favoritas eran las de luna llena. Le encantaba la manera como el pozo se iluminaba con la luz de ese maravilloso cuerpo celeste. Se extasiaba al contemplar ese espectáculo aunque sólo fuera por unos minutos.
Decía que algún día saldría del pozo, viajaría a muchos lugares, conocería el mundo y alcanzaría la luna.
-¡No sueñes! ¡Estas perdiendo tu tiempo en fantasías imposibles!- le decía su hermana Antinea, quien era bastante mayor que ella-. Todo eso que dices no se puede hacer. Aún no tienes patas y ya estás soñando con salir del pozo. Tal vez ni siquiera llegues a tenerlas. Muchos renacuajos como tú mueren antes de que les salgan.
Siempre que Dórothy hablaba de sus sueños, Antinea trataba de desanimarla.
-Allá afuera hay muchos peligros- le decía-. Hay serpientes y otros animales que tragan ranas. No durarías viva ni siquiera un día.
-¿Tú has visto esas serpientes? -preguntaba Dórothy-. ¿Acaso has salido del pozo alguna vez? -No -contestaba Antinea-. Nunca he salido de aquí. No quiero exponerme a tales peligros.
-Entonces, ¿cómo sabes todo eso? -Dórothy no se dejaba desanimar tan fácilmente.
-El tatarabuelo Delfino me contó antes de morir. Él estuvo afuera.
Dórothy se quejaba de que la vida dentro del oscuro pozo le parecía demasiado monótona y aburrida.
-Seguramente allá afuera -decía- hay miles de maravillas por descubrir.
Antinea le explicaba a su pequeña hermana que al menos dentro del pozo estaban seguras. Además había suficiente humedad durante todo el año. insectos con los cuales alimentarse y suficientes machos para encontrar pareja, tener hijos y vivir una existencia tranquila.
Sin embargo, a pesar de toas las explicaciones de Antinea, Dórothy insistía en que algún día saldría del pozo y llegaría a la luna.
-No puedo creer -argumentaba Dórothy- que las enormes patas que les crecen a todas las ranas sólo sirvan para moverse un poco dentro de este reducido lugar.
Antinea siempre terminaba enfadada con ese tipo de conversaciones y se alejaba diciendo a su hermana que dejara de soñar.
-¡Cuando vuelva de la luna -le gritaba Dórothy- te traeré un recuerdo de allá!
Dórothy pensaba que al menos gracias a sus sueños su vida transcurría de manera más interesante dentro de aquel pozo.
El tiempo pasó.
Las patas traseras comenzaron a crecer en el cuerpo de Dórothy. ¡Estaba verdaderamente emocionada! Se impulsaba con fuerza dentro del agua. Soñaba que con esas patas saltaría y saltaría hasta llegar muy lejos. Todos los días las ejercitaba para que se pusieran más fuertes pues estaba segura de que con ellas saldría a conocer el mundo.
Un poco después le salieron las patas delanteras y perdió su antigua cola. ¡Estaba casi lista para ir detrás de sus sueños!
Sus padres y otros de sus hermanos también trataron de disuadirla para que permaneciera en el pozo.
Pero ella no los escuchó. Estaba determinada a hacer realidad sus sueños.
Dórothy les dijo que saldría del pozo y haría todo lo que fuera necesario para llegar a la luna. Realmente no podía entender cómo era posibles que todas esas ranas se conformaran con vivir en ese sitio tan limitado.
Finalmente, una mañana, comenzó a escalar por la pared.
Las demás ranas miraban cómo trepaba mientras le insistían en que bajara y se olvidara de sus locos sueños.
Varias veces resbaló y cayó hasta el fondo.
Pero estaba determinada a lograrlo. Una y otra vez volvió a subir por la áspera pared de piedra.
Después de muchas horas Dórothy por fin llegó hasta la boca del pozo y , ante la vista de todos, desapareció.
Pasaron los meses. La vida dentro del pozo siguió siendo la misma de siempre.
De cuando en cuando alguna rana se acordaba de Dórothy y se preguntaba qué habría sido de su vida.
Un día, mientras atardecía, una pequeña cabeza se asomó en la parte superior. Apenas se podía distinguir.
-¡Hola!- se escuchó que gritó-. ¡He vuelto!
Cuando la soñadora rana llegó al fondo del pozo hubo un gran regocijo.
Todos estaban felices de verla de nuevo.
Antinea se encontraba dispuesta a burlarse de su hermana. Estaba completamente segura de que no había alcanzado la luna.
Pero antes de que dijera cualquier cosa, Dórothy se dirigió a ella.
-Tenías mucha razón- le dijo en tono comprensivo-. No era posible alcanzar la luna.
-¡Te lo dije! -exclamo Antinea con aires de grandeza-. Nunca debiste salir de aquí.
-En eso sí que estás muy equivocada - dijo enseguida Dórothy-. Aunque no alcancé la luna, viví experiencias maravillosas. Descubrí muchos otros sueños y los hice realidad.
Entonces, ante la admiración de todas las ranas del pozo, comenzó a contarles las grandes aventuras que había vívido.
Al principio creyó que podría alcanzar la luna dando grandes saltos. Practicó durante muchas semanas en distintos lugares. Gracias a ello desarrolló una gran fuerza en sus extremidades traseras. Adquirió la habilidad para realizar saltos muy largos utilizando de manera eficiente la energía de su cuero y la fuerza de sus patas. Aprendió a saltar más que cualquier otra rana. Y, aunque no pudo alcanzar la luna con sus saltos, al desarrollar esa habilidad pudo viajar a más lugares, llegando mucho más rápido a donde quería. De esta manera se convirtió en una gran viajera.
Luego creó que podría alcanzar la luna subiendo a las montañas más altas. Escaló montes y alcanzó heladas cumbres. Durante sus travesías se hizo amiga de extraordinarios animales que le enseñaron mucho acerca del mundo, de la naturaleza y de la vida. Contempló paisajes verdaderamente espectaculares y saboreó insectos que nunca había probado.
Más adelante creyó que volando podría alcanzar la luna. Como no tenía alas, hizo amistad con distintas aves: grullas, cigüeñas y pelícanos. Con ellos pudo volar y contemplar el mundo desde el aire. Experimentó la libertad de viajar por los cielos y llegó a lugares muy lejanas en alas de sus emplumadas amigas.
-ciertamente no alcancé la luna -dijo a toda la concurrencia de ranas que le escuchaban mudas de asombro-. Pero me siento orgullosa de haber salido de aquí para intentar hacer realidad ese sueño. Gracias a ello logré muchas otras cosas. Desarrolle habilidades que nunca habría visto, probé alimentos que nunca había saboreado, escuché sonidos que nunca había conocido, experimenté emociones que jamás había sentido, puse a prueba el potencial que tenemos todas las ranas e hice amistades realmente fabulosas.
Dórothy se quedó varios días en el pozo.
Las ranas de toas las edades le pedían que les contara más acerca de sus aventuras.
Ella pasaba las horas narrándoles todo lo que había vivido durante sus viajes. Ranas y renacuajos le escuchaban con mucho interés.
Tres semanas después Dórothy decidió marcharse de nuevo. ¡Ahora tenía más sueños para hacer realidad! ¡Había tanto por ver, tanto por experimentar, tanto por conocer y descubrir!
Muchas ranas inspiradas por Dórothy, salieron también del pozo y partieron en busca de sus sueños.
Aquel pozo nunca volvió a ser el mismo gracias a una rana decidida que se atrevió a perseguir sus sueños.
Extracto del libro Elizandiall, donde tus más grandes sueños pueden florecer
Autores Gildhardo y J. Ángel Ramírez Guerra.













































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